A la gente de Cornellà-El Prat que ayer sacó esta pancarta durante el Espanyol-Barça, ¿se les fue la cabeza?
La respuesta es tajante: NO. No hay que estar loco para hacer eso. Ni se trata de descerebrados. Y tampoco deberíamos ampararnos en el socorrido "son ultras y de donde no hay no se puede sacar". Lo que ocurrió anoche en un fondo espanyolista en el derbi de Barcelona es la punta del iceberg de aquello cómodamente sumergido en las aguas —cloacas en este caso— de la sociedad. Y sí, se llama machismo.
Hace diez días, el Espanyol le rascó dos puntos al Barcelona en partido de liga. Los blaugranas, seguramente dolidos por el traspié, acusaron a los blanquiazules de emplear demasiada agresividad. En el espanyolismo se rescató la queja, relativamente justa, de ser el equipo mediáticamente maltratado de la ciudad. Entonces llegó el barcelonista Gerard Piqué a hacer lo que mejor sabe después de ser un gran defensa: calentar los ánimos en el peor momento. "Son una maravillosa minoría, espero que al menos llenen el campo", dijo sobre una condición por otra parte asumida institucionalmente por el Espanyol.
Y ayer, lo que ya sabemos: "Shakira es de todos" en uno de los fondos. A la tarea de culminar el bochorno sumó fuerzas otra pancarta, también de dimensiones considerables, con un mensaje que aludía al empresario argentino Antonio de la Rúa, pareja durante años de la cantante colombiana.
Es un hecho que ni Piqué busca agradar a sus rivales, ni estos reaccionan con indiferencia a sus pullas en los medios. La grada de Cornellà-El Prat, lógicamente, es una de las que más cruzado tiene al central. Sin embargo, en su reincidente demostración de odio hacia Piqué, ocurre algo mucho más revelador que curioso.
"Pique, cabrón, Shakira tiene rabo, tu hijo es de Wakaso y tú eres maricón", le cantan al jugador rival, que en cuestión de segundos resulta serun desgraciado que vive con alguien que a su vez tiene un género no hegemónico, que a su vez ha engendrado a un hijo 'ilegítimo' del que tendrá que hacerse cargo (y cerramos el círculo) un Piqué despojado de su condición de macho. Todos estos insultos tienen la identidad y la dignidad sexual como raíz.
Uno se imagina ayer a Shakira, dispuesta a ver un partido de fútbol en su cómoda mansión, viendo que es la involuntaria protagonista del encuentro. Ella, y no su marido. Ella, por ser un objeto, un trofeo y a la vez un arma arrojadiza que poco vale en si misma.
Pero no. Shakira no es de nadie.
Tampoco de Piqué.